El boom de las nuevas tecnologías ha revolucionado al mundo
entero salvo algunas pocas excepciones. Este no es el caso de la industria
musical, cuya dinámica de negocio ha dado un giro copernicano con la
implantación sucesiva de los distintos avances tecnológicos.
En un primer momento la aparición de la música en formato
digital implicó grandes cambios para la forma de comercializar la música. Ya
no era necesario comprar físicamente el tan aclamado y moderno CD para escuchar
música porque podías adquirirla en formato digital a través de portales de
descargas de distinta índole, como por ejemplo iTunes. Esta etapa se
caracterizó también por la aparición del Mp3 y el iPod, auténticos símbolos de
la generación de melómanos de principios de los 2000, donde podías llevar encima
tu música descargada sin ocupar apenas espacio.
Pero el gran avance se produce unos pocos años más tarde con
la aparición de los servicios de streaming.
Al igual que la música digital fue el causante de la decadencia del CD, los
servicios de streaming han provocado
que el número de descargas (tanto ilegales como legales) de música desciendan
drásticamente. Lo que caracteriza a esta nueva forma del negocio musical es
que, al contrario que el CD o la música digital, donde se vendía un producto
tangible (en el caso de las descargas digitales, aunque no fueran directamente
tangibles, estas ocupaban espacio de memoria en dispositivos electrónicos),
aquí se vende un servicio intangible. La necesidad de escuchar música ha pasado
de estar satisfecha por un producto a hacerlo mediante un servicio.
Consecuencia de esta última idea es que se pase de vender la
propiedad de la música, como se venía haciendo desde la aparición de las
discográficas (tu comprabas un disco y ese disco era tuyo), a vender su uso
ilimitado (te haces cuenta de Spotify y no eres propietario de ninguna canción,
pero puedes acceder sin problema a cualquier canción). El streaming tiene básicamente dos modelos de negocio: Suscripción y
el acceso gratuito. La suscripción consiste en el pago de una cantidad fija
mensual a cambio del acceso ilimitado a las canciones, ejemplos son Spotify,
Apple Music o Tidal, aunque fuera del negocio musical también encontramos
suscripciones (p.e. series y películas: Netflix, HBO, Yomvi…). Con el acceso
gratuito lo que se hace es ganar dinero a través de anuncios, el ejemplo más
claro es Youtube, aunque también Spotify tiene posibilidad de acceso gratuito.
A raíz de lo dicho, cabe pues reflexionar sobre este cambio
de panorama en la industria musical que se ha dado en lo que llevamos de siglo
y concluir que el mayor beneficiario es la sociedad, que tiene al alcance de su
mano mucha más música y a menor precio que antes. Para cerrar te dejo la canción de Spotify con más reproducciones hasta el momento, a día de hoy más de 1.177 millones.
Ignacio DR
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