viernes, 7 de abril de 2017

La música como producto (IV): El siglo XXI y las nuevas tecnologías

El boom de las nuevas tecnologías ha revolucionado al mundo entero salvo algunas pocas excepciones. Este no es el caso de la industria musical, cuya dinámica de negocio ha dado un giro copernicano con la implantación sucesiva de los distintos avances tecnológicos.

En un primer momento la aparición de la música en formato digital implicó grandes cambios para la forma de comercializar la música. Ya no era necesario comprar físicamente el tan aclamado y moderno CD para escuchar música porque podías adquirirla en formato digital a través de portales de descargas de distinta índole, como por ejemplo iTunes. Esta etapa se caracterizó también por la aparición del Mp3 y el iPod, auténticos símbolos de la generación de melómanos de principios de los 2000, donde podías llevar encima tu música descargada sin ocupar apenas espacio.



Pero el gran avance se produce unos pocos años más tarde con la aparición de los servicios de streaming. Al igual que la música digital fue el causante de la decadencia del CD, los servicios de streaming han provocado que el número de descargas (tanto ilegales como legales) de música desciendan drásticamente. Lo que caracteriza a esta nueva forma del negocio musical es que, al contrario que el CD o la música digital, donde se vendía un producto tangible (en el caso de las descargas digitales, aunque no fueran directamente tangibles, estas ocupaban espacio de memoria en dispositivos electrónicos), aquí se vende un servicio intangible. La necesidad de escuchar música ha pasado de estar satisfecha por un producto a hacerlo mediante un servicio.

Consecuencia de esta última idea es que se pase de vender la propiedad de la música, como se venía haciendo desde la aparición de las discográficas (tu comprabas un disco y ese disco era tuyo), a vender su uso ilimitado (te haces cuenta de Spotify y no eres propietario de ninguna canción, pero puedes acceder sin problema a cualquier canción). El streaming tiene básicamente dos modelos de negocio: Suscripción y el acceso gratuito. La suscripción consiste en el pago de una cantidad fija mensual a cambio del acceso ilimitado a las canciones, ejemplos son Spotify, Apple Music o Tidal, aunque fuera del negocio musical también encontramos suscripciones (p.e. series y películas: Netflix, HBO, Yomvi…). Con el acceso gratuito lo que se hace es ganar dinero a través de anuncios, el ejemplo más claro es Youtube, aunque también Spotify tiene posibilidad de acceso gratuito.

A raíz de lo dicho, cabe pues reflexionar sobre este cambio de panorama en la industria musical que se ha dado en lo que llevamos de siglo y concluir que el mayor beneficiario es la sociedad, que tiene al alcance de su mano mucha más música y a menor precio que antes. Para cerrar te dejo la canción de Spotify con más reproducciones hasta el momento, a día de hoy más de 1.177 millones.



Ignacio DR

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